Había humo por toda la casa. La cocina era vieja y estaba sucia. En la encimera se acumulaban botellas de alcohol y botes de cerveza. La pila estaba llena de cacharros sucios de una década anterior. Ceniceros repletos vomitaban colillas que se extendían sobre cualquier cosa que pudiera contenerlas. El fuego no estaba allí.
En el salón, una mugrienta sábana intentaba cubrir la traslúcida ventana. Un sofá con manchas y marcas indescriptibles yacía frente a un televisor prehistórico que estaba encendido. Al lado, la carátula de una cinta VHS de una película porno estaba abierta y vacía, le hacían compañía un montón de ejemplares similares desgastadas por el uso. Más botellas de alcohol y más colillas dispersas por doquier. En una abarrotada mesa de café, entre los restos de comida rápida y latas de cerveza había un bote volcado con pastillas esparcidas sin control. Una alarmante chaqueta rosa de niña chocaba con el resto del escenario. En el suelo, cual plantación agrícola, había pañuelos de papel sucios, ropa hedionda, más restos de bebidas alcohólicas y desperdicios de comida.
En uno de los dormitorios, atada, permanecía la dueña de la prenda.
- ¿Estás bien?
- Quiero irme con mi mamá
- Vámonos ¿Cómo te llamas?
- Marta.
- Hola Marta, ahora estás a salvo, me llamo Juan, soy bombero y te voy a llevar ahora mismo con tu mamá. ¿Te ha hecho daño? ¿Te duele algo?
- No.
Al fondo del pasillo, en el umbral del baño había un cuerpo en el suelo, el fuego provenía de una colilla que había incendiado la inmunda moqueta salpicada de quemaduras que no habían llegado tan lejos hasta entonces. Las llamas se extendían hacía otra habitación y de ahí a los pisos superiores.
- ¿Está muerto?
- No
- Tengo miedo, quiero irme a casa.
- Tranquila, Marta. Te prometo que jamás volverá a hacerte daño. Vamos con tu mamá. ¿Dónde vives?