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Por qué escribí mi libro "Libre", por qué hago lo que hago

 


Lo importante de mi proyecto no es este libro, ni el anterior, ni el siguiente. Lo importante de todo esto y de que yo esté aquí es “por qué”.

 

Porqué he escrito este libro, porqué me ha dado por escribir, porqué me creé una marca de bolsos, porqué dejé mi trabajo fijo por cuenta ajena. Tranquilos no os voy a contar mi vida, bueno, sí, un poquito.

 

Hay una razón muy sencilla porque NO ENCAJO. No soy un ladrillo pulido y con aristas definidas que encaja perfectamente en la pared de ladrillos iguales todos perfectamente lisos y alineados.

 

Decía Rosa Luxemburgo que quien no se mueve no nota las cadenas. Yo no sé si me moví o no, pero desde luego las notaba y me apretaban, me asfixiaban, se cerraban siniestramente alrededor de mis muñecas, mis tobillos y mi cerebro. Tanto era así que se hizo insoportable, algo se rompió.

 

Todos los argumentos que me habían mantenido hasta aquel momento haciendo lo que hacía dejaron de servir. La presa había estallado, la rueda de ratón descarriló, se salió del eje.

 

Ya no iba a seguir las pautas de otros, ya no iba a seguir de manera sumisa sus mandatos. Había llegado el momento de liberar mi voz. Primero un susurro, después un poco más alto y después tan alto como para poder imprimirse y publicarse y darse a conocer al mundo entero.

 

Este libro que tengo entre mis manos es mi voz, desde mis entrañas gritando que por fin es libre.

 

Y por eso he tardado ocho meses en escribirlo, por eso he tenido que tirar más de cien páginas porque no eran fieles a mí. Por eso indagué e investigué sobre la guerra civil, sobre mis abuelos, su relación. Esto es un trabajo exhaustivo tanto externamente como internamente. Por eso he cambiado el final más de diez veces.

 

Puede que guste o que no, que se venda o que no, pero lo hice porque no creo en el sistema establecido. Este libro existe porque necesito ser libre y porque pienso que no nos lo permiten. No pienses, no opines, no rechistes, obedece.

 

Este libro es mi llamada a la rebeldía, a la sublevación, a poner tus normas, a poner por delante tus creencias, tu instinto.

 

Y ¿Cuál es la manera más democrática de llegar a todo el mundo? Internet, las redes sociales. Son un altavoz. Si mi libro inspirara a una sola mujer en el mundo ya habría cumplido su objetivo. Si consiguiera emocionar, ponerse en el lugar de Mary. Ya habría cumplido su papel.

 

Este libro ya ha cumplido su misión conmigo. ¿Cumplirá su misión contigo?




El libro

 




Era la primera vez que iba a esa biblioteca. Era antigua, oscura y sepulcralmente silenciosa.

 

Estaba vacía, salvo por un atractivo chico que estaba absorto en la lectura de un antiguo libro.

 

Estudié durante horas, las mismas que el chico permaneció completamente inmóvil. De repente pareció que cobraba vida, volvía a habitar su cuerpo.

 

Levantó la vista y me dedicó una extraña sonrisa. Cerró el libro, lo dejó en una estantería.

 

Intenté volver a concentrarme, pero ahora estaba incómoda. Me sentía observada. Oí mi nombre susurrado, más intrigada que asustada me dirigí hacia el origen del sonido.

Descubrí que procedía del libro que acababa de dejar aquel chico.

 

Una sirena de alarma sonó en mi cabeza, pero la ignoré. La curiosidad era más fuerte que la prudencia.

 

Cogí el libro. Aparté el manual con un microscopio en la portada.

El misterioso tomo se abrió solo.

 

Empecé a leer y ante mí apareció un volcán apaciblemente humeante. Pero lo que verdaderamente llamó mi atención era el diplodocus que había a unos quinientos metros de mí, pastando apacible las hojas de unos altísimos árboles.

 

Oí pasos y me giré para ver a un troglodita acercándose afablemente. Me dijo que para volver debía morir. Yo tenía mil preguntas, pero él ya había declamado su guion y me ignoró. 

 

Decidí que, para ser mi primera vez, un volcán era lo más poético para morir.

 

No sentí nada.

 

Aparecí ante una puerta que mostraba un cartel de prohibido el paso. Me llamaron por mi nombre desde el otro lado así que la atravesé. El troglodita, ahora científico, me volvió a recibir amablemente. Observé mi entorno y vi un cohete despegar, el troglodita científico me explicó que era la lanzadera de las 12h que iba a Marte. No era esa la información que yo necesitaba. Como si me hubiera leído la mente me dijo que mi sitio era el Medievo y que la primera vez siempre había desajustes. Sin más sacó una pistola propia de Star Wars y me mató.

 

Tampoco sentí nada.

 

Esta vez, estaba en medio de una batalla. A mi alrededor se desarrollaba una sangrienta lucha a cuerpo entre humanos envueltos en mallas metálicas y armaduras. 

 

Antes de que pudiera reaccionar vi a alguien corriendo y gritando salvajemente hacía mí, con una lanza apuntándome al pecho. Otro guerrero le interceptó transversalmente. Mi salvador se giró y me sonrió, era el chico de la biblioteca. “Mucho ha tardado su majestad, empezábamos a necesitarla” Y sólo entonces me di cuenta de que llevaba una maza de la mano he iba vestida para combatir.

 

 Y todo encajó, de pronto sabía quién era, por qué luchábamos, y cómo utilizar aquella mortal maza. Pero sobre todo sabía quién era aquel chico y lo que su presencia atizaba en mi interior.

 

Luchamos más allá de lo que la razón podría concebir y ganamos ¡Ganamos! Me levantaron a hombros para vitorear a su reina guerrera y sin que nadie pudiera impedirlo, una flecha lanzada por un moribundo alcanzó mi pecho desgarrándome la aorta. Me quedaban segundos de vida, no sentía dolor. Él me miraba sonriendo y yo le devolví la sonrisa, era feliz.

 

Y de nuevo, estaba en aquella oscura biblioteca. Y él sentado ante mí, sonriéndome. – Gracias – me dijo – Nos vemos en los libros. Y se marchó.

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