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El talento de Pati

 





La calle se veía gris. Una fina lluvia mate amargaba la cara de acelga de los que se veían obligados a ignorarla.

Algo captó la atención de Medoly. La musa de la música era ciega y sólo era capaz de ver a través de las ondas sonoras y vio, primero un tenue brillo, luego un resplandor y a continuación un arcoíris. Las imágenes más bellas y brillantes danzaban armoniosamente ante sus ojos. Nunca había experimentado nada parecido.

 

¿Quién era el autor de aquella maravilla? Una esmirriada chica tocaba en la acera un viejo y ruinoso violín. Y a pesar de que la canción era conocida y el instrumento se encontraba al borde del desahucio, la talentosa violinista era capaz de emocionar con su interpretación.

 

Medoly se acercó bajo la apariencia de una señora caritativa y le dio a la muchacha la dirección de un prestigioso violinista para que la instruyera, junto con dinero para una lección.

 

Pati, agradecida, cogió el papel y el dinero que le tendía la extravagante señora y sin perder un segundo se dirigió a las señas escritas en la nota.

 

La prisa levantaba la negra capa con la que Pati cubría la pobreza de su ropa y, a veces, cuando estaba más inspirada, también ocultaba sus hermosas facciones con ella.

 

El afamado maestro no pudo ser más desagradable con aquella chica, alta para su edad. Aunque el profesor se detuvo a oírla tocar y reconoció el sorprendente talento, rechazó darle clases de manera gratuita.

 

Dos mujeres observaban la escena. A la esposa del maestro se le encogió el corazón con la respuesta de su marido. Y Medoly, que enfureció de inmediato, proyectó toda su ira sobre el avaro músico.

 

El castigo consistió en convertir al instructor en un enorme, feo y verde dragón que permanecería condenado a vigilar el tesoro que Medoly poseía en las mazmorras del castillo donde vivía, ya que el muy ruin había demostrado tan desastrosamente su vil preferencia a las riquezas materiales frente al talento musical.

 

La única manera de deshacer el hechizo sería que un bendecido con el don de la música tocara una melodía. El violín que fuera capaz de primero, dormir al dragón y después, alcanzar su corazón hasta que este volviera a vibrar de nuevo con la música por encima del dinero, anularía la maldición.

 

Berta, la mujer del desgraciado, no se quedó parada, inmediatamente pidió a Pati que la enseñara a tocar el violín. Siempre había sido sensible a la música, por eso se casó con el violinista. Ahora se vería si además tenía talento.

 

Pati y Berta tocaron y tocaron, estudiaron, estudiaron y volvieron a tocar hasta que les salieron ampollas en los dedos y el característico callo del cuello.

 

Un día, Pati le dijo a Berta que ya no había más que ella le pudiera enseñar. Así que ambas se dirigieron a la mazmorra donde el egoísta penaba por su pecado.

 

Para poder acercarse, Berta empezó a tocar mientras bajaban las angostas escaleras, cuando llegaron a donde estaba el dragón lo encontraron profundamente dormido, dejando reposar su partida lengua rosa perezosamente sobre las incontables y resplandecientes monedas, doradas como el reflejo del sol en un luminoso día de verano, y en las sombras que se creaban al unirse las montañas del valioso metal, se proyectaban destellos rojizos, dándole un aspecto agradable y acogedor, como un dormitorio preparado para cobijar el sueño nocturno. La construcción era tosca, de piedras rectangulares e irregulares entre ellas, formando arcos que amplificaban una acústica digna de una hermosa catedral. El lugar estaba únicamente iluminado por las brillantes monedas con la impresión de haber querido crear una sensación desapacible a propósito por la falta de alumbrado, pero habiendo fracasado finalmente en el empeño, puesto que no resultaba siniestro en absoluto. Berta tocó durante horas sin que nada ocurriese, entonces Pati, llevada por la música de Berta empezó a tocar.

 Berta observaba a Pati tocar con su capa escondiendo parte de su rostro, visiblemente envuelta en un hipnótico trance. Y la música que tocaba acariciaba los oídos y las entrañas, en una perfecta mezcla de emoción entre un antiguo y reconfortante recuerdo de la niñez y la estimulante vivencia del reencuentro. Y lo notó, Berta notó que algo cambiaba, en ella, en el aire y en el ser que emitía notas musicales encerradas en pequeñas burbujas a través de su nariz, convertido en una enorme bestia, coronada por una cresta de placas, como colmillos de animal en forma de hilera, a lo largo de todo el lomo.

 

Y el dragón dejó de ser dragón y Pati dejó de ser pobre y Berta encontró al amor de su vida en su violín y Medoly pudo volver a ver gracias a Pati.

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