Pádoffin era un gnomo verde, pequeño y regordete al que le chiflaban las Navidades, para ser exactos su preferido, con diferencia, era el día de Reyes.
Aquella mañana se despertó con una sensación extraña, notaba algo en el estómago. Se prometió no volver a tomar ninguna de las creaciones culinarias de su compañero de piso Mopet, un monstruo glotón. La última invención “la poción misteriosa” le había sentado fatal.
Era víspera de Reyes y todavía no tenía ningún regalo comprado. Las celebraciones familiares, el mercadillo solidario, cantar en el concierto de Navidad y una cosa extrañísima que se apoderaba de todo su ser de vez en cuando llamada pereza, le habían impedido acometer la tarea de las compras con tiempo suficiente.
Una vez en la calle releyó las cartas con los deseos de sus amigos, un escalofrío recorrió su espalda. Se acordó de la pócima de Mopet, su regalo lo dejaría para el final.
La mañana no se dio mal, antes de comer ya tenía regalos para todos menos para Mopet. Leyó de nuevo su carta y otra vez esa extraña sensación de estar en el lugar equivocado.
A ver, Mopet había pedido a los Reyes Agua de Azahar. Se contaba que los humanos utilizaban ese ingrediente en un bizcocho típico de Navidad y lo llamaban roscón.
A Pádoffin le encantaban las leyendas y cuentos de humanos pero aquella mañana, a pesar de no haber probado bocado desde el día anterior, pensar en comida le daba náuseas.
Si alguien tenía ese ingrediente extraño era Lufus, el comerciante tramposo. Tenía las cosas más raras, lujosas y extraordinarias, pero era famoso porque si no acertabas el acertijo que te proponía se quedaba con todo lo que llevabas y te dejaba con lo puesto.
Pádoffin se arrepintió de haber dejado este regalo para el final.
Entró en la tienda con todos los paquetes comprados ese día. Lufus al verle, sonrió.
Por supuesto que tenía agua de azahar pero la adivinanza era “¿Quién vence a todo el mundo?”
Pádoffin no supo la respuesta. Cuando salió con lo puesto, Lufus se reía a carcajadas. La nieve caía, Pádoffin derrotado llegó a su casa y se tiró en la cama.
Se despertó entre sudores fríos. ¡SUEÑO! Era la respuesta al acertijo.
Menuda pesadilla, menos mal que los Reyes sí existían y traerían ellos los regalos. El roscón de Reyes de Mopet le había sentado verdaderamente mal.