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La maldición de los estados de la materia. Reto de enero de Trucos de Pluma

 Simón leía su libro de naturales de 6º de Primaria, la parte en la que explicaba los estados de la materia y los ilustraba con el ejemplo del agua. Sólido, líquido, gaseoso, hielo, agua, vapor.

 

Levantó la vista del libro reflexionando sobre lo que acababa de leer “¿Sentiría el agua esas leyes como una maldición? Sin poder decidir cuándo ser agua, ni cuándo vapor o nieve. Como Lady Alcón que solo puede ser humana al ponerse el sol u Olaff al que, aún siendo un muñeco de nieve, le encanta el calorcito.”

 




Las noticias que su padre veía en la televisión captaron su atención.” Se espera una tormenta de nieve para esta noche, se recomienda a la población que no salga de sus casas”

 

Simón miró por la ventana, se acercó al cristal para observar los aislados y discretos copos de nieve empezar a caer. “Seguro que no es para tanto” pensó “Los del tiempo siempre se equivocan” Pero en su interior deseaba que esta vez tuvieran razón.

 

A las pocas horas la nieve había cuajado “Pero no es nada especial, mañana ya no habrá nieve” Se dijo Simón y, anhelando lo contrario, se fue a dormir.

 

Cuando amaneció, no podía creérselo. Una gruesa capa de nieve inmaculada lo cubría TODO.

 

A Simón aquel paisaje le fascinaba, la batalla ganada de la naturaleza sobre la civilización, era calma, era paz. Aunque el agua no pudiera escapar de su propia maldición, aquello era hermoso.

 

Sin embargo, a su alrededor su padre no hacía más que recibir llamadas del trabajo y su madre además mensajes del colegio. Las noticias mostraban a las unidades de rescate afanándose por ayudar a los atrapados en su camino hacia… algún lugar. Todos ellos estaban experimentando la maldición del agua. Ser nieve cuando quieres ser agua. Tener que parar tu vida cuando quieres seguir corriendo, sin pensar, sin sentir.

 

Observando el paisaje Simón llegó a una conclusión, esa nieve no quería ser otra cosa más que nieve y percibía que disfrutaba, plenamente consciente de que era cuestión de tiempo que se transformara en agua. “Mamá ¿Por qué se empeñan en quitar la nieve si se derretirá en unos días?”

 

El frenético ritmo de vida de los adultos no les permitía ver que no tenían que luchar contra la nieve, sólo era una cuestión de tiempo. A los dos días la maldición desapareció como había sido predicho.

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